¿Qué hago?

Mi primer pensamiento con respecto a la pintura se remonta a un verano, en San Fernando, Cádiz, que pasé con mis abuelos.

Era muy pequeña, tenía 8 años. Recuerdo a mi abuelo Paco, después de la siesta, haciendo un despliegue de todos sus pinceles, pinturas al óleo, tarritos con aguarrás, sentándose delante de su caballete y continuando con el lienzo que se traía entre manos.

Abuelo Paco me dejaba mirar. Pero tenía que estar quieta y calladita. A mí me encantaba. Me gustaba todo de esos ratos mágicos. Disfrutaba viendo como hacía sus mezclas con todos esos tubitos, cómo movía los pinceles y los iba enjuagando en aquellos tarritos, cómo olía el óleo, la trementina y el aguarrás. Recuerdo que sentía auténtica fascinación por mi abuelo, artista en sus ratos de ocio, que trabajaba con tanta paciencia cada detalle de sus cuadros.

Jamás pensé que algún día yo heredaría esa afición y le dedicaría todo mi esfuerzo hasta convertirlo en mi profesión.

Ni de lejos podía imaginarme que los genes ya habían hecho de las suyas y que la vena artista ya palpitaba en mí gracias a los Mora Moreno.

Mi abuelo Paco era muy constante. Todas las tardes pintaba un ratito, media horita, quizás una hora, no más. Y esa cualidad, la constancia, hizo de él un prolífico pintor.   Abuela  Ina se ocupaba de que nadie le molestara. Después atendía su consulta. El era un prestigioso dentista.

Yo creo que esto me enseñó a empezar en la pintura en mis ratos libres. Con paciencia, poquito a poquito. Sin pretender abarcar todo.

Cuando comencé a pintar tenía 26 años. Estaba casada y dos hijos. Uno de dos años, Oscar y otra de uno, Marta.  ¡! Imaginaos el tiempo que podía tener!!... Aprovechaba sus ratitos de siesta para poder pintar.

Había aprendido a utilizar los materiales en mis estudios en I.A.D.E. Pero jamás había pintado un cuadro. Por tanto alguien me tenía que decir cómo se hacía…Me compré un libro de “¿Cómo se pinta un cuadro?” y así comencé.

Nació mi tercer hijo, Pablo, y al igual que mis hijos la afición por la pintura iba creciendo cada vez más. Así que animada por mis cercanos me apunté a un estudio de pintura. Y empecé a disfrutar con los pinceles cada vez más.

Después de un estudio vino otro y otro y otro… También vino mi cuarta hija, María.

Mi vida itinerante, gracias a la profesión de mi marido, me ha regalado la posibilidad de disfrutar de diferentes lugares y de conocer a una gran diversidad de artistas de los cuales he procurado aprender todo lo posible.

Doy infinitas gracias a Dios por la cantidad de personas que ha puesto en mi camino y que han contribuido con su saber y su ser a que yo cada día vaya creciendo como persona y como artista. Por todas esa gente que han apostado por mí, que han confiado en mi trabajo, que me han animado en mis desánimos y que han sabido pasar de ser mis maestros a ser mis amigos.

También quisiera dar las gracias a todos aquellos que me han ayudado a que la pintura dejara de ser una afición y empezara a convertirse en algo serio. Los que me han empujado y me han apoyado en las exposiciones, tanto colectivas como individuales. A los que me han hecho encargos. A los que han expuesto mis obras en sus negocios … tiendas, restaurantes, oficinas…

Una de las características de mi obra es la versatilidad. Éste es uno de los tesoros que custodio. Es fruto de la gran cantidad de personas que han contribuido y contribuyen a mi formación integral y artística. Ellos traen a mí toda la frescura de una mente abierta y un corazón dispuesto, son mis amigos. 

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